La conmovedora carta de despedida de la mamá de la esposa del golfista Domínguez que murió de dengue
María Victoria De La Mota Claverie falleció luego de batallar con la cruel enfermedad que transmiten los mosquitos
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En Argentina el incremento de los casos de dengue es alarmante. La epidemia acecha a los ciudadanos y cada vez son más los afectados por la cruel enfermedad que se transmite a través de la picadura de los mosquitos infectados de la especie Aedes aegypti. En las últimas horas, el fallecimiento por esta afección de María Victoria De La Mota Claverie, la esposa del golfista Emilio "Puma" Domínguez conmocionó al país.
La mujer de 33 años de edad, murió este sábado en San Luis, luego de batallar durante varios días con un cuadro de dengue que se complicó. Era diseñadora de indumentaria, estaba casada con el deportista desde 2016 y era madre de dos hijos, Constantino, de 4 años, e Hipólito, de 1 año.
Horas después del sepelio, Lis Claverie, la madre de María Victoria, publicó un sentido mensaje en su cuenta de Facebook. La mujer posteó un desgarrador poema del escritor y dramaturgo español Miguel Hernández, con el cual despide a la joven. Lo tituló “Mi hija pequeña ha muerto”.
"Mi hija pequeña ha muerto.
'Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañera del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas y órganos, mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte, el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irá a cada lado disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañera del alma, compañera...'.